La Villa de Samos está aproximadamente a 11 km de Sarria y 45 km de Lugo. Es un paso obligado para todos los peregrinos que caminan a Santiago de Compostela, y muchos duermen en el hospedaje ofrecido por los monjes benedictinos, en la Real Abadía Benedictina de San Julián de Samos, uno de los centros religiosos más importantes de Galicia.
Samos está, como todos los sitios en los que se encuentra un Monasterio, en un enclave único y maravilloso. Lo atraviesa el Río Oribio, pequeño pero rico en anguilas y truchas, unos de los platos más emblemáticos de la zona.
Aunque la imagen del monasterio es el emblema de Samos, el municipio posee un conjunto de posibilidades de lo más atrayente para todos los visitantes. Tanto el valle de Lóuzara como la sierra del Oribio, se convierten en lugares ideales para la práctica de cualquier actividad al aire libre, desde el senderismo al parapente o la espeleología.

El pueblo se encuentra al lado del río, formando un pequeño y tranquilo valle con relajantes paseos y áreas de descanso a los márgenes del mismo.
Nada más entrar por él me siento genial, con esa paz que sólo encuentras en lugares monacales. Todo está en perfecto orden y respiras una sensación de estar en un lugar único. Voy parando a cada momento y asomándome por su río que conjuga maravillosamente bien con el entorno natural y arquitectónico de piedra.
Apenas me cruzo con gente, quizás por el frío o porque es un lugar poco frecuentado en las fechas en las que aparezco por allí.
Monasterio de San Julián
Aparco y me acerco al

Nos cuenta que a lo largo de la historia, el monasterio vivió momentos álgidos seguidos de otros de decadencia, pero siempre vinculado al Camino de Santiago. Se cree que data del Siglo V o VI , aunque la primera constancia escrita es del año 665.
A lo largo de su historia ha sufrido dos incendios, siendo el último en 1951 y destruyendo una buena parte de la edificación aunque, posteriormente, fue restaurado y todavía hoy mantiene su actividad monacal.
Para acceder a la visita guiada, entro por la puertecita situada a la derecha, bajo la escalera de la fachada principal de la Iglesia, de portada barroca, que impresiona por su magnitud.

Tiene dos claustros. El más impresionante tiene 3000 m2, siendo el más grande de España, en cuyo centro vemos la escultura del padre Feijoo que en 1690 tomó el hábito benedictino en este lugar.

Y el Claustro pequeño o llamado de las “Nereidas”, contruído entre 1539 y 1582. Me resulta más acogedor que el anterior y, además, cuenta con una curiosa historia que nos detalla la guía: Dice que la fuente que en ella se encuentra, la hizo un monje del convento llamado Juan en el siglo XVIII pero que al poco de terminarla, uno de los generales de la congregación, ordenó retirarla porque era impropia de un convento (se rumoreaba que quería llevarla para algún monasterio de Castilla). Se desmontó la fuente para su traslado pero cuando intentaron mover las piedras fue imposible por lo que, finalmente, se volvió a poner en su sitio.

Subimos al primer piso y puedo contemplar unas pinturas murales sobre la vida de San Benito.
A partir de 1957, cuatro pintores intervienen en ellas: José Luis Rodríguez, Enrique Navarro, Celia Rodríguez Cortés y Juan Parés. Sus estilos son distintos, y las técnicas empleadas también: temple al huevo, óleo, pintura acrílica y fresco. Son realmente impresionantes y de un realismo increíble.

Nos adentramos en el interior de la Iglesia. Me sorprende su luminosidad y grandeza, austeridad de líneas y proporcionadas dimensiones.
Tras la visita y antes de llegar al coch,e me tomo un rico café en una cafetería que cuando la veo desde fuera espero encontrar un bar de pueblo o tasca pero para mi sorpresa, al entrar me encuentro con un salón precioso decorado con motivos del Camino de Santiago. Paso un ratito charlando con su dueña, una gallega simpatiquísima y, tras tomarme ese cafelito que me sabe a gloria, me voy hacia el coche para ya dirigirme al hotel y descansar .
